sábado, 6 de febrero de 2016

The Poetry Corner (still on progress)

"La poesía es un relámpago. Se convierte en pura composición literaria cuando es una combinación de palabras"
Khalil Gibran
Una de las expresiones artísticas más directas es, sin duda, la poesía. Estas palabras de Gibran ciertamente ilustran lo que debe ser la poesía: "un arma cargada de futuro", como decía Gabriel Celaya.
Las funciones de la poesía pueden ser muchas, al igual que las de la Música. Puede acompañar y confortar en los momentos duros, o puede servir de denuncia de las injusticias del mundo.
Pero una de los hechos más sorprendentes es el caer en la cuenta, en esos momentos más meditativos, de que alguien a quien no conocemos sintió antes que nosotros exactamente lo mismo que nosotros sentimos en este momento; y esa sensación es mágica.
Sólo una cosa más: decía el autor del libro "Música para leer" que la Música nos puede animar o entristecer, y que el quid de la cuestión es que, cuando estamos animados nos ponemos música que nos anima más, mientras que si estamos depres, nos ponemos música depre. Cuidado si hacemos eso con la Poesía, porque de "depre" podemos pasar a "tremendamente depre" y luego podemos seguir bajando. Así que habría que hacer justo al revés, para atemperar el alma. 
Es una idea...
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BLAS DE OTERO Y DÍAZ-CANEJA:
Blas de Otero hablaba de cinco ciudades particularmente hermosas para él: París, Zamora, Pekín, Bilbao y Palencia. Para que piense aquel que no se sienta orgulloso de ella (cierto es que bien podía estar más limpia...).

He aquí una entrevista sobre el tema:

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Mario Benedetti
Gabriela Mistral
Bukowski
José Hierro
César Vallejo
Pessoa
Gabriel Celaya
Lorca
Blake
Blas de Otero
Alfonsina Storni
Carta de Sacco e Vancetti


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                   GENERACIÓN

No fue jamás mejor aquello.
Esto de ahora es doloroso; 
pero el dolor nos hace hombres
y ya ninguno estamos solos.
Alto fue el precio que pagamos:
miseria y llanto de los ojos,
nuestros mejores años verdes
y nuestros sueños más hermosos.


Porque nacimos bajo el signo
del cerebro. Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.
Lo devastó un viento glorioso,
y somos ruinas o cimientos,
algo inconcreto, algo borroso;
tronco cortado a ras de tierra
que nadie sabe que fue un tronco.



Predestinados para sabios,
para teóricos,
nos enseñaron muchas cosas
conceptualmente. Y como a un pozo
de agua estancada y silenciosa,
fuimos echando piedras, lodo,
trozos inútiles de muerte,
mármoles rotos.
Ahora no vemos sobre el agua
el paisaje que se alza en torno.


Predestinados para sabios,
para teóricos,
conoceríamos la vida
sólo a través del microscopio,
y nuestro amigo, nuestro hermano,
serían entes, microcosmos,
nombres velados, sin sentido,
abstracciones…


Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.
Lo devastó un viento glorioso.
Se desbordó un día la vida,
nos tornó locos,
y les pusimos a las cosas
nuevos nombres. Y el vino rojo
de la sangre, y el agua pálida
del llanto, el sol majestuoso 
del mediodía de verano
fueron más que simples fenómenos,
abstracciones, malabarismos
de los teóricos.


Éramos hombres, y el de enfrente,
aquel que hablaba con nosotros,
de su tiempo, de nuestro tiempo,
no era un ente ni un microcosmos.

El que sufría, el que gritaba
o lloraba por estar solo;
el que durmió sobre la hierba
las noches húmedas de otoño
a nuestro lado, alma con alma,
hombro con hombro,
aquél, cegado por la tierra
que nos echaban a los ojos;
aquel que anduvo por los campos
solitario, pisando odios,
era un hombre de carne y hueso
como nosotros.


José Hierro

Es extraño. Noches y días
se suceden. Seguimos solos
como unos árboles raquíticos
en la cima de un monte. Pozos
semicegados. (Pero el agua,
invisible para los ojos,
como una remota esperanza
suena en el fondo).

Es triste alzarse de uno mismo,
poner los ojos en el rostro
de los hombres que han de venir
tras de nosotros,
que no sabrán que entre los árboles,
sobre la hierba, en el mar hondo,
en las ciudades, en las cumbres,
hemos cantado, temblorosos
por la alegría de estar vivos.

Así pasamos, como un soplo
de brisa azul sobre la piedra.
Sin dejar rastro, como el oro
de las hojas, cuando coronan
la frente grave del otoño…

Porque no queda ni una sola
rosa plantada por nosotros.  

José Hierro


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Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
 Víctor Jara (escrito en el Estadio donde sería asesinado)



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Los ángeles muertos. 
 
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
  

Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
 

Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
 

Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
  
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
 
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.


Rafael Alberti

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Todo tiene su tiempo

Todo tiene su tiempo,
lo cercano se aleja,
lo cálido se enfría,
el joven envejece,
lo frío se calienta,
el rico se empobrece,
el loco se vuelve cuerdo.
Todo a su debido tiempo.

Estoy de tan buen humor

Estoy de tan buen humor,
me siento tan alegre y puro,
que si cometiera un error,
no sería error alguno.

El rey de los elfos

¿Quién cabalga por la noche y el viento,
lleva el niño en los brazos con cuidado?

Es el padre que lleva a su pequeño,

que lo arropa, que lo tiene agarrado.


¿La cara ocultas, hijo, con espanto?
¿No ves, padre mío, al rey de los elfos,
al rey, si, con la corona y el rabo?
Hijo, no es más que de la niebla un velo.

“Niño bonito, ven, vente conmigo
hermosos juegos jugaré contigo.
Hay flores coloridas junto al río.
Mi madre te hará de oro un atavío”

Oh padre mío, ¿no oyes padre mío,
cuanto el rey me promete con dulzura?
Calma, ten calma y guarda silencio, hijo
el viento entre las hojas secas ya susurra.

“¿Quieres venir conmigo, oh bello niño?
Mis hijas guían la danza nocturna,
mis hijas, verás, te cuidarán con mimo,
bailan, cantan, te mecen y te arrullan.”

Oh padre, ¿cómo es que no ves allí
en aquel lugar lúgubre, a sus hijas?
Hijo, hijo mío, veo muy bien, si:
viejos y grises sauces son que brillan.

“Te quiero, me atrae tu bella estampa.
Emplearé la violencia si no cedes.”
Padre, padre mío, ahora me agarra,
es el rey de los elfos que me hiere.

El padre se aterra y veloz cabalga,
llega a la granja tras un gran esfuerzo.
Tiene en brazos al niño que se encana.
En los brazos tiene al niño: está muerto.
                                                      Goethe             


Nota: la canción de Schubert sobre este poema, que compuso con apenas 13 años, es asombrosa.
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La Poesía es un Arma cargada de Futuro (Gabriel Celaya) 

Cuando ya nada se espera
personalmente exaltante
mas se palpita y se sigue
más acá de la consciencia.
fieramente existiendo
ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea
las tinieblas,
que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos
claros de la muerte,
se dicen las verdades, las bárbaras,
terribles, amorosas crueldades,
amorosas crueldades.

Poesía para el pobre,
poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos
trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos
dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes
porque apenas sí nos dejan
decir que somos quien somos.
Nuestros cantares no pueden ser
sin pecado un adorno;
estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía
concebida como un lujo
cultural por los neutrales,
que lavándose las manos
se desentienden y evaden,
maldigo la poesía
de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas
siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto, y cantando
mas allá de mis penas
de mis penas personales
me ensancho, me ensancho.

Quiero dar os vida
provocar nuevos actos
y calculo por eso,
con técnica que puedo
me siento un ingeniero del verso
y un obrero que trabaja
con otros a España,
a España en sus aceros.

No es una poesía
gota a gota pensada,
no es un bello producto
no es un fruto perfecto,
es lo más necesario
lo que no tiene nombre;
son gritos en el cielo
y en la tierra son actos.

Porque vivimos a golpes
porque apenas sí nos dejan
decir que somos quien somos.
Nuestros cantares no pueden ser
sin pecado un adorno;
estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo.
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Two roads diverged in a yellow wood,

And sorry I could not travel both

And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;


Then took the other, as just as fair,
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same,


And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.


I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I—
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.
Robert Frost 





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Palabras para Julia: José Agustín Goytisolo

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre, siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
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Este es el poema más citado del siglo XX: Quizás por ser también el más enigmático:



Canción de amor de J. Alfred Prufrock
                                                                            S’io credessi che mia risposta fosse                                                                        a persona che mai tornasse al mondo,                                                                     questa fiamma staria senza più scosse.                                                                   Ma per ciò che giammai di questo fondo                                                                          non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,                                                                               senza tema d’infamia ti rispondo.
   Vamos, entonces, tú y yo,Cuando la nochecita en el cielo se extendióComo un paciente eterizado en una mesa;Vamos, por ciertas calles muy poco concurridas,Murmurantes guaridasDe malas noches en hoteles recubiertos de costrasY restaurantes con serrín y conchas de ostras:Calles que siguen cual tediosa discusiónDe insidiosa intenciónHasta llevarte a una pregunta abrumadora…Ah, no preguntes, “¿Cuál es?”Vamos a hacer nuestra visita de una vez. 


   Las damas en la sala andan en rondaHablando de Leonardo y la Gioconda. 

   La niebla amarillenta que se frota el lomo en ventanales,El humo amarillento que se frota el hocico en ventanales,Pasó la lengua por las comisuras de la noche,Se demoró en los charcos que se estancan en los albañales,Dejó caer sobre su lomo hollín caído de las chimeneas,Se deslizó por la terraza, dio un salto en un chasquidoY, al ver que era una suave nochecita de octubre,Se enruló en torno a la casa y se quedó dormido. 
   Y seguro habrá tiempoPara el humo amarillo que resbala por la calle mientrasSe va frotando el lomo en ventanales;Habrá tiempo, habrá tiempoDe preparar una cara para encontrar las caras que te encuentras;Habrá tiempo de matar y de crear, a una y otra punta,Y tiempo para todos los trabajos y los días de las manosQue alzan y sueltan en tu plato una pregunta;Tiempo para ti y tiempo para mí,Y tiempo todavía para cien indecisionesY tiempo para cien visiones y revisionesAntes del té con tostadas por ahí. 
Las damas en la sala andan en rondaHablando de Leonardo y la Gioconda. 
   Y seguro habrá tiempoDe preguntar: “¿Me animo?” y: “¿Me animo?” y: “¿Si pudiera?”;Tiempo de darse vuelta y bajar por la escalera,Con algo de calvicie en medio de mi cabellera…(Dirán: “¡Cómo los pelos le van quedando escasos!”)Mi saco matinal, el cuello firme montado hasta el mentón,Mi corbata rica y sobria, pero afirmada por un simple espetón…(Dirán: “¡Pero qué flacos las piernas y los brazos!”)¿Me animo, si pudiera,A perturbar el universo?En un minuto hay tiempoPara decidir y revisar lo que un minuto cambiará en lo inverso. 
   Pues las he conocido ya todas, conocido todas antes…He conocido ya las noches, mañanas, tardes, heMensurado mi vida en cucharitas de café;Yo conozco las voces que agonizan en caída agonizanteBajo la música de más lejanas salas.   ¿Cómo pues darme alas? 
   Y he conocido ya los ojos, conocido todos…Los ojos que te fijan a fórmulas vacías,Y una vez formulado, despatarrándome en un espetón,Una vez espetado a la pared y retorciéndome hasta por los codos,¿Cómo empezar a la sazónA escupir todas las colillas de mis días y vías?   ¿Y cómo darme alas? 
   Y he conocido ya los brazos, todos conocido en general…Los brazos enjoyados y blancos y desnudos(Pero a la luz de la lámpara, ¡levemente velludos!)¿Es perfume que viene de un vestidoLo que a la digresión me habrá inducido?Brazos posados en la mesa, o envueltos en un chal.   ¿Y habría pues de darme alas?   ¿Y cómo habría de empezar?.     .     .     .     .¿Voy a decir: pasé al oscurecer por unas calles angostasY miré el humo que sube de las pipasDe hombres solos en mangas de camisa, asomados a ventanas?… 
   Yo debiera haber sido un par de pinzas rasposasprecipitado por el fondo de mares silenciosos..     .     .     .     .   Y la tarde, la noche, ¡con qué paz duerme aquí!Por unos dedos largos alisada,Dormida… fatigada… o enferma simulada,Estirada en el piso, cerca de ti y de mí.¿Habría, tras el té y los pasteles y helados de crema,De tener fuerza para hacer estallar el dilema?Pero aunque yo he llorado y ayunado, llorado y rezado,Aunque vi mi cabeza (un tanto calva) traída en una fuente,No soy ningún profeta, y esto no es un asunto trascendente;He visto parpadear mi momento de grandeza,He visto al eterno Sirviente sostenerme el abrigo y reír              con turbieza,Y, en resumen, me he asustado. 
   ¿Y acaso habría valido al fin la pena, sí, después de todo,Después ya de las tazas, las mermeladas, tés,Entre la porcelana, entre charlitas de ti y de mí por vez,Acaso habría valido al fin la penaHaber cortado la cuestión con mi sonrisa amena,Haber estrujado el universo hasta hacerlo una bola de modoDe lanzarlo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,Y de decir: “Soy Lázaro, vuelto de entre los muertos,Vuelto para contarles todo a ustedes, voy a contarles todo”,Si alguna, acomodándose una almohada con ojos entreabiertos,   Dijera: “Eso no es lo que quise decir, de ningún modo.   Eso no es, de ningún modo”? 
   ¿Y acaso habría valido al fin la pena, sí, después de todo,Acaso habría valido al fin la pena,Después de los ocasos y jardines y las calles rociadas,Después de las novelas, de las tazas de té, las faldas arrastradas           por detrás…Y esto, y tanto más?…¡Imposible decir lo que quiero decir exactamente!Mas cual si enviara una linterna mágica dibujos de los           nervios ahí enfrente:¿Acaso habría valido al fin la penaSi alguna, acomodándose una almohada o arrojando un chal,Y girando con rumbo a la ventana, dijese:   “Eso no es, de ningún modo,   Eso no es lo que quise decir, de ningún modo”?
.     .     .     .     .

   ¡No! Yo no soy ningún príncipe Hamlet, ni tenía que serlo;Soy un noble del séquito, un tipo que podráInflar un desarrollo, iniciar una escena o dos quizá,Aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento facilón,Deferente, contento de ser de cierto uso,Cauto, político y meticuloso;Lleno de frases elevadas, pero un poco obtuso;A veces, en verdad, casi ridiculoso;Casi, a veces, el Bufón. 
   Estoy avejentado… Estoy avejentado…El pantalón me va a quedar holgado. 
   ¿Habré de repartirme el pelo atrás? ¿Me animaré a comer          una papaya?Voy a ponerme pantalones blancos de franela y caminar          por la playa.He escuchado cantar a las sirenas, entre sí. 
Yo no creo que vayan a cantar para mí. 
Las he visto cabalgar mar adentro las olasPeinando el pelo blanco de las olas soplado hacia atrásCuando el viento sopla el agua blanca y negra al ras. 
Nos hemos demorado en las cámaras marinasJunto a chicas marinas coronadas de algas rojas con marrón                   en los extremosHasta que voces humanas nos despierten y entonces                    nos ahoguemos. 
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The Love Song of J. Alfred Prufrock
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   Let us go, then, you and I,When the evening is spread out against the skyLike a patient etherised upon a table;Let us go, through certain half-deserted streets,The muttering retreatsOf restless nights in one-night cheap hotelsAnd sawdust restaurants with oyster-shells:Streets that follow like a tedious argumentOf insidious intentTo lead you to an overwhelming question…Oh, do no ask, ‘What is it?’Let us go and make our visit. 
   In the room the women come and goTalking of Michelangelo. 
   The yellow fog that rubs its back upon the window-panes,The yellow smoke that rubs its muzzle on the window-panes,Licked its tongue into the corners of the evening,Lingered upon the pools that stand in drains,Let fall upon its back the soot that falls from chimneys,Slipped by the terrace, made a sudden leap,And seeing that it was a soft October night,Curled once about the house, and fell asleep. 
   And indeed there will be timeFor the yellow smoke that slides along the streetRubbing its back upon the window-panes;There will be time, there will be timeTo prepare a face to meet the faces that you meet;There will be time to murder and create,And time for all the works and days of handsThat lift and drop a question on your plate;Time for you and time for me,And time yet for a hundred indecisions,And for a hundred visions and revisions,Before the taking of a toast and tea. 
   In the room the women come and goTalking of Michelangelo. 
   And indeed there will be timeTo wonder, ‘Do I dare?’ and, ‘Do I dare?’Time to turn back and descend the stair,With a bald spot in the middle of my hair –(They will say: ‘How his hair is growing thin!’)My morning coat, my collar mounting firmly to the chin,My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin –(They will say: ‘But how his arms and legs are thin!’)Do I dareDisturb the universe?In a minute there is timeFor decisions and revisions which a minute will reverse. 
   For I have known them all already, known them all –Have known the evenings, mornings, afternoons,I have measured out my life with coffee spoons;I know the voices dying with a dying fallBeneath the music from a farther room.   So how should I presume? 
   And I have known the eyes already, known them all –The eyes that fix you in a formulated phrase,And when I am formulated, sprawling on a pin,When I am pinned and wriggling on the wall,Then how should I beginTo spit out all the butt-ends of my days and ways?   And how should I presume? 
   And I have known the arms already, known them all –Arms that are braceleted and white and bare(But in the lamplight, downed with light brown hair!)Is it perfume from a dressThat makes me so digress?Arms that lie along a table, or wrap about a shawl.   And should I then presume?   And how should I begin?.     .     .     .     .   Shall I say, I have gone at dusk through narrow streetsAnd watched the smoke that rises from the pipesOf lonely men in shirt-sleeves, leaning out of windows?… 
   I should have been a pair of ragged clawsScuttling across the floor of silent seas..     .     .     .     .   And the afternoon, the evening, sleeps so peacefully!Smoothed by long fingers,Asleep… tired… or it malingers,Stretched on the floor, here beside you and me.Should I, after tea and cakes and ices,Have the strength to force the moment to its crisis?But though I have wept and fasted, wept and prayed,Though I have seen my head (grown slightly bald) brought inupon a platter,I am no prophet – and here’s no great matter;I have seen the moment of my greatness flicker,I have seen the eternal Footman hold my coat, and snicker,And in short, I was afraid. 
   And would it have been worth it, after all,After the cups, the marmalade, the tea,Among the porcelain, among some talk of you and me,Would it have been worth while,To have bitten off the matter with a smile,To have squeezed the universe into a ballTo roll it towards some overwhelming question,To say: ‘I am Lazarus, come from the dead,Come back to tell you all, I shall tell you all’–If one, settling a pillow by her head,   Should say: ‘That is not what I meant at all,   That is not it, at all.’ 
   And would it have been worth it, after all,Would it have been worth while,After the sunsets and the dooryards and the sprinkled streets,After the novels, after the teacups, after the skirts that trailalong the floor–And this, and so much more?–It is impossible to say just what I mean!But as if a magic lantern threw the nerves in patterns on a screen:Would it have been worth whileIf one, settling a pillow or throwing off a shawl,And turning toward the window, should say:   ‘That is not it at all,   That is not what I meant, at all.’.     .     .     .     .No! I am not Prince Hamlet, nor was I meant to be;Am an attendant lord, one that will doTo swell a progress, start a scene or two,Advise the prince; no doubt, an easy tool,Deferential, glad to be of use,Politic, cautious, and meticulous;Full of high sentence, but a bit obtuse;At times, indeed, almost ridiculous –Almost, at times, the Fool. 
   I grow old… I grow old…I shall wear the bottoms of my trousers rolled. 
   Shall I part my hair behind? Do I dare to eat a peach?I shall wear white flannel trousers, and walk upon the beach.I have heard the mermaids singing, each to each. 
I do not think that they will sing to me. 
I have seen them riding seaward on the wavesCombing the white hair of the waves blown backWhen the wind blows the water white and black. 
We have lingered in the chambers of the seaBy sea-girls wreathed with seaweed red and brownTill human voices wake us, and we drown.


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César Vallejo
(Perú, 1892-Paris, 1938)

Los Heraldos Negros
(1918)



Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!

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SÉ TODOS LOS CUENTOS  (LEÓN FELIPE)


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

 



ALBERTO CAEIRO (FERNANDO PESSOA) - EL GUARDADOR DE REBAÑOS
Fernando Pessoa: poeta portugués (188-1935). Ser solitario y reservado. En vida publicó solo una obra: Mensagem, que participó en un concurso literario sin fortuna. Pessoa se inventó varios nombres, identidades paralelas, que llamó heterónimos: Caerio, Reisi, Alvaro de Campos. Entre sus grandes obras relucen:  El libro de desasociego; Odas de Ricardo Reis; Poesías de Fernando Pessoa; Poesía de Alvaro de Campos.
Aquí, en traducción de Graciela Volco, le ofrecemos el poema El guardador de rebaños donde un niño cuidador de ovejas recibe la visita de otro niño: el niño Jesús. Y a través de él adquiere una sabiduría distinta a la que la tradición y milenarios dogmas se empecinan en atribuirle al hijo de un gran poder del cielo.
 
El guardador de rebaños
En un medio día de fin de primavera
Tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
Tornado otra vez niño,
A correr y a revolcarse por la hierba
Y a arrancar flores para tirarlas luego
Y a reírse  de modo que lo escuchen de lejos.
Había huido del cielo.
Era  demasiado nuestro para fingirse
La segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
Con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez  hombre
Y subir  a la cruz, y estar siempre muriendo
Con una corona toda alrededor de espinas
Y los pies  atravesados por un clavo con cabeza,
Y hasta con un trapo alrededor de la cintura
Como los negros de las ilustraciones.
Ni siquiera lo dejaban tener padre y madre
Como los otros niños.
Su padre era dos personas:
Un viejo llamado José, que era carpintero.
Y que no era su padre;
Y el otro padre era una paloma estúpida,
La única paloma fea del mundo
Porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no había amado antes de tenerlo.
No era mujer: era una valija
En la que había venido del cielo.
Y querían que él, que solo naciera de madre,
Y nunca tuviera un padre para amar con respeto,
Pregase la bondad y la justicia!
Un día que Dios estaba durmiendo
Y el Espíritu Santo andaba volando,
Él fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que había huido.
Con el segundo se hizo eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
Y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
Y sirve de modelo a las otras.
Después huyó hacia el sol
Y descendió por el primer rayo que encontró.
Hoy vive en mi aldea conmigo.
Es un niño de risa bonita y natural.
Limpia la nariz con el brazo derecho,
Chapotea en los charcos de agua,
Recoge flores, las disfruta y después las olvida.
Les tira piedras a los burros,
Roba fruta en  las plantaciones
Y huye llorando y gritando por los perros.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
Y que a todos les causa gracia,
Corre atrás de las muchachas
Que van en grupo por los caminos
Con tinas de agua en las cabezas
Y les levanta las polleras.
A mi me enseñó todo.
Me enseñó a observar las cosas
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me muestra como son graciosas las piedras
Cuando uno las tiene en la mano
Y las observa lentamente.
...  Él vive conmigo en mi casa en  medio de la colina.
Él es el Niño Eterno, el dios que faltaba.
Él es lo humano que es natural,
Él es lo divino que sonríe y juega.
Y por eso es que yo se con toda certeza
Que él es el Niño Jesús verdadero.
Y el niño tan humano que es divino
Es esta mi cotidiana vida de poeta,
Y es porque él anda siempre conmigo que yo soy poeta siempre.
Y que mi más mínima mirada
Me llena de sensación,
Y el más pequeño sonido, sea de lo que sea,
Parece hablar conmigo.
El Niño Nuevo que habita donde vivo
Me da una mano a mi
Y la otra a todo lo que existe
Y así vamos los tres por el camino venidero,
Saltando y cantando y riendo
Y gozando de nuestro secreto común
Que es el de saber por todas partes
Que no hay misterio en el mundo
Y que todo vale la pena.
El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es su dedo señalando.
Mi oído atento alegremente a todos los sonidos
Son las cosquillas que él me hace, jugando, en las orejas.
Nos llevamos tan bien el uno con el otro
En compañía de todo
Que nunca pensamos el uno en el otro,
Pero vivimos juntos los dos
En un acuerdo íntimo
Como la mano derecha con la izquierda.
Al anochecer jugamos a las cinco piedritas
En el escalón de la puerta de casa,
Graves como corresponde a un dios y a un poeta,
Y como si cada piedra
Fuese todo un universo
Y fuera por eso un gran peligro para ella
Dejarla caer al suelo.
Después yo le cuento historias de las cosas de los hombres
Y él sonríe, porque todo es increíble.
Se ríe de los reyes y de los que no son reyes,
Y siente pena al oír hablar de las guerras,
Y de los negocios, y de los navíos
Que dejan humo en el aire de altamar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
Que una flor tiene al florecer
Y que anda con la luz del sol
Modificando los montes y los valles
Y haciendo doler los ojos por la claridad de los muros.
Después el se adormece y yo lo acuesto.
Lo llevo a upa para dentro de casa
Y lo acuesto, desnudándolo lentamente
Como siguiendo un ritual muy limpio
Y todo materno hasta que queda desnudo.
Él duerme dentro de mi alma
Y a veces despierta de noche
Y juega con mis sueños.
Los da vuelta patas para arriba,
Pone unos encima de los otros
Y aplaude solo
Sonriéndole a mi sueño.
Cuando yo muera, hijito,
Sea yo el niño, el más pequeño.
Álzame tú aúpa
Y llévame adentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
Y acuéstame en tu cama.
Y cuéntame historias, si despierto,
Para volverme a adormecer.
Y dame sueños tuyos para jugar
Hasta que nazca algún día
Que tú  sabes cuál es.
Esta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por que razón que se perciba
No ha de ser ella mas verdadera
Que todo lo que los filósofos piensan
Y todo lo que las religiones enseñan? (*)
(*) Este poema fue escrito por  Pessoa bajo su heterónimo de Alberto Caeiro y pertenece al libro "El yo profundo y los otros yos". La traducción es de Graciela Volco.




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