DESDE LA TARIMA DEL PROFESOR
"Una sección para la reflexión, la comunicación (ojalá), el intercambio de ideas para mejorar día a día"
Toda la vida me he resistido a llevar un diario de lo que en ella me sucedía (me parecía una cursilada) y por otro lado he lamentado el no haberlo hecho. Luego caía en la cuenta de que eran muchas las cosas que la memoria olvidaba. El año pasado, debido a lo intenso que resultó y a la cantidad de cosas que me sucedían, me lo volví a plantear, pero una vez más, se cumplió aquello de que "del dicho al hecho"... ya sabéis.
Tenía incluso lo más importante, el título, no muy original, tal vez: "Diario de un profe de Inglés". Pero ahí se quedó, a pesar de que no faltaron las anécdotas que anotar (siempre es conveniente tomarse las circunstancias adversas como una suerte de prueba, sin perder la confianza y sobre todo, con sentido del humor).
Pero el otro día, tras acabar las clases y dando vueltas a cómo se van desarrollando las mismas, tuve uno de esos "momentos de iluminación" en que parece que lo ves todo claro, pero que luego, por lo general, se quedan en agua de borrajas.
Llevaba varias semanas dándole vueltas a la idea de introducir una sección en el Blog en la que pueda poner por escrito aquellas cosas que van surgiendo sobre la marcha, aquellas cosas que quisiera comentaros en clase pero me resisto a hacer porque me resulta alejarnos mucho del "objetivo" y divagar en demasía, y sobre todo, ideas que se me ocurren -o tengo- sobre Educación y que trato de transmitir en nuestras clases (digo "nuestras" porque son tanto mías como vuestras).
Esta sección puede servir para compartir vivencias, ideas y recursos, expresar nuestros sentimientos y experiencias, o reflexionar sobre lo que sucede en la clase.
NOS ENCONTRAMOS SUPERADO YA EL ECUADOR DEL CURSO ACADÉMICO, que para mí está resultando una experiencia incomparable. A pesar de todos los pesares que podamos encontrar, o precisamente por eso. Os decía al principio que nada sucede por casualidad, y cada semana que pasa me lo confirma. No sé vosotros, pero yo estoy encantado de haberos conocido. A todos. No sé si dejaré alguna huella en vosotros, que normalmente en alguno sí la dejo, pero lo que sí os puedo decir es que vosotros ya la estáis dejando en mí.
Y se confirma aquello que hace muchos años me decían, de que de todo mal podemos extraer un bien mayor, y así ha sido. Estoy encantado de estar en la Escuela de Arte, encima en la de mi ciudad, y de poder compartir esas tres horas de clase semanales con vosotros.
En las últimas semanas he venido constatando algo de lo que creo haber sido siempre consciente: que los alumnos tenéis cada uno vuestros propios problemas (y yo soy sólo "uno más", como decía el autor de "Las cenizas de Ángela"). Por eso dije al menos una vez, a principio de curso, que había que tratar de que los problemas se quedaran fuera del aula.
Pero las tres clases que he tenido con el 1º B esta semana, así como otra serie de circunstancias, me están indicando que algo está pasando: como dije el otro día, al igual que los días, las clases unas veces son diamantes, y otras piedras (Some days are diamonds, some days are stones). Pero no es posible que de tres días, salgan tres piedras. O tal vez me equivoque en la percepción, que también puede ser.
Quizás lo más importante que sucediera esta semana en mis clases con 1º B fuera el vídeo del pianista italiano que padece ELA, Ezio Bosso (como veis, me he documentado). Tal vez hayáis sido conscientes de que es un testimonio de superación de la adversidad y de fuerza de voluntad impresionante. Y de saber sobreponerse a todo y estar centrado únicamente en el momento presente. Igual, si eso lo habéis captado y os ha tocado, la semana haya merecido la pena. Y tal vez el curso, aunque espero que no nos quedemos ahí...
Pero lo que he observado muy claramente esta semana en vuestra clase es la potencia de la dispersión de la que sois víctimas, no sé si conscientes, pero víctimas. Y si me permitís ser sincero, esa realidad me aterra. ¿Por qué? Porque, sencillamente, es uno de los síntomas que con mayor frecuencia anuncian que, muy probablemente, no lleguemos a alcanzar ninguno de los objetivos que nos propongamos.
No quiero parecer agorero. Es simplemente la experiencia la que me ha hecho constatar que eso es lo que sucede, salvo en el caso de que alguna circunstancia especial (por lo general, dura) nos haga abrir los ojos y dar un giro a nuestra existencia. Algo en lo que también creo y que me hace tener confianza en vosotros, porque sé que antes o después lo haréis.
Creo que igual ha llegado el momento de hablar de las cosas que nos suceden, si no con el objeto de encontrar soluciones, sí al menos como una forma de desahogo o de intercambio de puntos de vista que nos pueda ayudar a afrontar nuestros problemas y, si es posible, a relativizarlos.
Vivimos en una época quizás más confusa que las pasadas, aunque no más compleja que lo que la vida ha sido siempre (compleja quizás porque nos la hacemos a veces más compleja de lo que ya es con nuestra dichosa cabecita constantemente dando vueltas a las cosas).
Tras casi dos décadas dedicándome a la enseñanza, y tras prácticamente cuatro dedicadas al aprendizaje, no sé si empiezo a entender algo de ambas facetas (creo que sí), pero lo que sí tengo claro es que las dos van indisolublemente ligadas. Debe haber una comunicación espiritual entre alumno y profesor. Lo decía un señor hace casi 100 años, pero ya mucho antes lo decían los sabios chinos.
Querría apuntar en esta sección algunas de las ideas que he ido descubriendo, unas al contacto con mis alumnos, muchas veces los mejores maestros, otras al de otros compañeros o de personas que de vez en cuando tienes la fortuna de conocer.
La enseñanza muchas veces es un milagro, como también lo es la vida, aunque a veces no caigamos en la cuenta. Pero en el momento en que lo hacemos, algo se enciende en nosotros, algo que, como decía el autor de la considerada "la canción más tonta de la historia" -Fats Domino-, hace que ya no te puedas parar...
Para empezar, os diré que, algo que sin duda me marcó (para bien) y me puso en la buena dirección, fue el ejemplo de los profesores de Música en la ESO con los que tuve la suerte de coincidir en mis inicios: todos ellos excelentes personas, grandes profesionales, la mayoría con un doble o triple perfil, ejemplos de entrega, de vocación, de humildad y de responsabilidad. Nunca les agradeceré lo bastante lo que aprendí de ellos. Curiosamente, dos de ellos están presentes en la Escuela a través de sus respectivas parejas.
Al principio de ese camino, cuando topé en Palencia con un centro bastante indiferente al fenómeno de la Música (de la buena, no de la ratonera, quiero decir), casi siempre había algún alumno que acababa ganándose mi antipatía (y yo la suya, claro). La mayoría compartían una característica que les "adornaba", y esta era la falta de humildad. Por lo general se creían sobrados en una determinada materia que luego trasladaban a su vida en general. También había alumnos encantadores a los que uno no podía por menos que apreciar.
Con el tiempo, he aprendido que ambas posturas son insanas, aunque hay colegas que acaban sus días pensando que no lo son. Y desde entonces intento que todos los alumnos sean iguales para mí, no importa lo que digan o hagan, ni las veces que tanto ellos como yo acertemos o nos equivoquemos: todos tenemos la suficiente sabiduría dentro de nosotros como para poder enseñar algo al otro, y eso es lo que tenemos que buscar, ignorando la gran cantidad de fallos que podamos cometer.
Cualquier alumno, hasta el más humilde, puede darte una gran lección de vida, muchas veces, por el simple hecho de estar ahí. Eso lo
Al principio no me daba cuenta de cuánto me podían enseñar mis alumnos, pero poco a poco mi mente se fue abriendo y empecé a ser consciente de que había algo más que, como decía Saint Exupery, era "invisible a los ojos". Algo que parecía estar flotando en el ambiente ("the answer is blowin' in the wind") y que de repente, de forma aparentemente inexplicable, veías brotar de los labios de tus alumnos. Había que estar atento, porque ese "milagro" podía suceder cuando menos lo esperases.
Hay trabajos duros, muy duros. Hay trabajos poco gratificantes. Hay trabajos que te destrozan día a día. Los hay que te deshumanizan, a no ser que los abandones. No creo que sea así la enseñanza. Al contrario, si hay algo impagable en la Enseñanza es el hecho de estar rodeado siempre (que quieras) de los mejores compañeros de viaje, que sois Vosotros. Sí, Vosotros con mayúscula.
Una de las ideas que más me gusta recordar me la dio mi mujer a propósito del homenaje que hicimos hace casi dos años a la que fue nuestra profesora:
"Tina no veía a cada alumno como un fracaso, sino como una PROMESA DE FUTURO"
Tal vez sea ésa la razón por la que no era demasiado bien vista entre sus "compañeros" de profesión. O que trabajara hasta la extenuación en lugar de dormirse a la bartola. O que tratara por igual a todos, sin hacer ningún tipo de distingos: ni creaba "diosecillos" ensalzando a unos, ni humillaba a los menos dotados, como hacen tantos.
Fijaos en la breve, pero acertada y sentida descripción que hizo de ella otra alumna, que hoy en día trabaja duro en un hotel de nuestra ciudad:
- ¿Tú fuiste alumna de Tina, no?
- Sí, hace muchos años…
- Sí, hace muchos años…
- ¿Y qué te enseño?
- Disciplina, educación, buenas maneras, pasión...
- Pero... ¿no era profesora de violín?
- Ahhhh sííííííí, eso también.
"Cada persona lleva un diamante dentro de sí. Hay algo en lo que es único e irrepetible, que hace como nadie. Pero para encontrar ese diamante hay que buscar en lo más hondo de uno, tal como los diamantes en la Naturaleza aparecen a gran profundidad. Por ello, no podemos ser superficiales. Si nos quedamos en la trivialidad, nunca lo encontraremos".
Ahora analizad desde esa idea a las personas que queráis: ¿cuántas son "diamantes" y cuántas "pedruscos"? Dejo la pregunta en el aire para que me la respondáis.
Bernabé Tierno habla de personas "tónicas" y "tóxicas", y de personas "corcho" y personas "plomo". De las tóxicas hay que alejarse como de la peste. Si te estás ahogando en el mar, ¿a qué te agarrarías para salvarte, a un trozo de corcho o a un lingote de plomo? Pues de las personas "plomo", aunque no sean tan peligrosas como las otras, también hay que huir.
Este hombre también decía (entre muchas otras cosas) que "somos arquitectos de nuestro propio destino". Actuemos en consecuencia.
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