Estas palabras me llamaron la atención cuando empecé a leer el libro "Instrumental", del pianista británico James Rhodes. Las transcribo a continuación y las dejo a la reflexión de aquellos de vosotros que tengáis la suficiente sensibilidad para comenzar a interesaros por esa música que, sin perjuicio de la otra, puede aportar tanto a vuestras vidas, como lo hace a las de tantos. Dejo que él se exprese:
"Vosotros y yo estamos conectados de forma inmediata a través
de la música. Yo la escucho. Vosotros la escucháis. La música ha empapado
nuestras vidas y ha influido en ellas tanto como la naturaleza, la literatura,
el arte, el deporte, la religión, la filosofía y la televisión. Brinda
consuelo, sabiduría, esperanza y calidez; lleva haciéndolo miles de años. Es
medicina para el alma. Hay 12 notas en una escala y, dentro de ellas, un
universo entero. Esto es el milagro de la música.
Y, sin embargo…
Si sois de los que tendéis a poner los ojos en blanco y dejar
de prestar atención cuando se oye o se lee la expresión “música clásica”, me
acuerdo de los tremendos errores que he cometido en el pasado al dejarme llevar
perezosamente por los prejuicios, en vez de ponerme a investigar algo. A
aquellos que tengáis esa reacción, os ruego, os suplico, que esperéis un minuto
y os hagáis la siguiente pregunta:
Si existiera algo que no estuviera producido por el
gobierno, ni por fábricas en que se explota a los trabajadores, ni por Apple o
las grandes empresas farmacéuticas, y que pudiera de forma automática,
constante y segura añadir algo más de emoción, brillo, profundidad y fuerza a
nuestra vida, ¿no os entraría curiosidad por conocerlo?
Algo que no tuviera efectos secundarios, para lo que no
fuese necesario adquirir un compromiso, ni tener conocimientos previos ni
dinero, sólo cierto tiempo y quizá unos auriculares decentes.
¿Os interesaría?
Todos tenemos una banda sonora de nuestra vida. Muchos nos
hemos vuelto insensibles a ella, nos hemos expuesto en exceso, nos hemos
cansado y nos hemos desilusionado. La música nos asalta en el cine, en los
programas de televisión, en los centros comerciales, en las llamadas de
teléfono, en los ascensores y en los anuncios. Hace mucho que la cantidad
superó a la calidad. Por lo visto, tener más de todo es lo mejor. Y menudo
precio estamos pagando por ello. Por cada grupo de rock, banda sonora
cinematográfica o compositor contemporáneo verdaderamente emocionantes, hay
miles de montones de mierda que nos obligan a tragarnos en cuanto nos
descuidamos. La industria del sector nos trata con casi nada de respeto y aún
menos confianza. El éxito, más que ganarse, se compra, se paga, se degrada, y
se nos obliga a consumirlo de manera manipuladora y tramposa.
Entre otras cosas, quiero que este libro proponga soluciones
a esta degradación descafeinada e interesada de la industria de la música
clásica que nos han obligado a aceptar en contra de nuestra voluntad. También
espero mostrar en él que los problemas y las posibles soluciones dentro de ese
mundo clásico pueden también aplicarse a muchísimos más ámbitos parecidos, que
afectan a nuestra cultura en general y a las artes en particular.
E intercalada en medio de todo esto va a estar la historia
de mi vida. Porque es una historia que demuestra que la música es la respuesta
a lo que no la tiene. Estoy convencido de ello porque yo no existiría, menos
aún de una forma productiva, sólida (y, de vez en cuando, feliz), sin música.
… Y tengo la impresión de que se está dando una revolución
en mí, tanto en lo personal como en lo profesional.
La revolución de mi interior me ha llevado a reevaluar todo
aquello que creía conocer, a abrirme a ideas que antes me parecían ajenas,
falsas e imposibles. He tardado mucho en lograrlo y he pagado un precio
tremendo, casi inasumible.
La revolución del exterior, en la industria a la que le
estoy dedicando mi vida, apenas ha empezado a andar. Y tengo la suerte de
desempeñar un pequeño papel en ella, junto con otros que comparten el mismo
objetivo de liberar a la música de la tiranía de los imbéciles.
Vosotros podéis ayudar escuchándola. O compartiéndola con un
amigo o con vuestros hijos. Es algo que os honra. Un gesto bueno.
La música puede llegar a los sitios a los que nada más
llega. El gran genio musical y lunático Schumann nos dijo: “Mandar luz a la
oscuridad del corazón de los hombres: ése es el deber del artista”. Creo que
todos tenemos ese deber, hagamos lo que hagamos para pasar el rato.
Y mientras yo esté siguiendo este precepto, aunque no
triunfe, me iré a dormir feliz por las noches".
Y acaba con estas palabras:
"Érase una vez un hombre frágil. Y conoció a una mujer
frágil. Fueron lo bastante afortunados para darse cuenta que dos fragilidades
equivalían a una fortaleza, y esos dos excéntricos se casaron. Porque era
incuestionable, verdadera, auténtica y absolutamente lo que había que hacer. Y,
entonces, un día, tuvieron sus propios cachorros excéntricos. Y les jodieron
completamente la vida, que es lo que hacen todos los padres".
(serán los suyos, digo yo)
He aquí la propuesta de piezas que nos hace:
Su soundcloud:
Y su página web:
No hay comentarios:
Publicar un comentario