Con la emoción todavía en el
corazón de las dos graduaciones vividas el pasado viernes, me pongo a la tarea
de escribir unas palabras de despedida para estas dos promociones que han
dejado un imborrable poso en mi alma, y que seguramente van a quedar para
siempre en mi memoria. Y sé que probablemente, los años que me queden por
ejercer estarán, como los transcurridos hasta la fecha, repletos de historias
conmovedoras, de anécdotas inolvidables, de personas irremplazables, de
momentos y “momentazos” que recordaré siempre, pero tengo la sensación de que
habrá dos promociones que, como conjunto, recordaré por encima de otras, y esas
son las vuestras.
El curso pasado, como sabéis, cambió las vidas de muchos, y la primera fue la mía. Fue mi retorno a la enseñanza “a pie de calle”, tras trece años de docencia en unas burbujas llamadas conservatorios, en las que la realidad es bastante diferente.
Un fuerte abrazo.
Vuestro profe de inglés, siempre
El curso pasado, como sabéis, cambió las vidas de muchos, y la primera fue la mía. Fue mi retorno a la enseñanza “a pie de calle”, tras trece años de docencia en unas burbujas llamadas conservatorios, en las que la realidad es bastante diferente.
Igual que el año en que dejé la
ESO, vosotros, mis alumnos, fuisteis a la vez mis alumnos y mis maestros. Como
decía un tal Murray Shaeffer, en un libro infumable titulado “Paisajes sonoros”,
lo cierto es que “ya no hay profesor y alumnos, sino una comunidad de
aprendices. De aprendices que se encuentran siempre por una razón (la de
aprender) en el camino de la Vida, ese que vosotros apenas empezáis a recorrer
y en cuyo supuesto ecuador yo me encuentro.
Supongo que el ver vuestras fotos
de críos y las actuales, presentadas en una pantalla, os ha debido de emocionar y habréis recordado una vez más que somos seres en continuo cambio. Lo cual
para nada es algo a lo que tener miedo (pues es inevitable) , sino que nos permite ir creciendo
paulatinamente y comprendiendo cosas que ahora nos pasan completamente
desapercibidas (por más que seáis agudos observadores de la realidad y mucho
más evolucionados probablemente de lo que yo era a vuestra edad).
Dos promociones entrelazadas por lo
que Goethe llamó “afinidades o coincidencias significativas” y que modernamente
se llaman “casualidades” (que no son tales). Por eso este curso se ha producido
la “casualidad” de que impartiera Segundo de Bachillerato (ya sé lo que estará
pensando más de uno, que como comenté un día, eso no ha sido casualidad,
ni mucho menos) precisamente con el mismo libro habéis utilizado en la Escuela de
Arte. O las curiosas coincidencias de que el año pasado tuviera dos alumnos
procedentes de Carrión y que en este curso haya llegado a la Escuela nada más y
nada menos que el maestro de ceremonias de la “gala” del viernes, todo un
personaje.
O la de haberme cruzado, una vez
más, con Soraya, a quien conocí allá por mi primer año de enseñanza, en la muy
noble y leal ciudad de Herrera de Pisuerga, al coincidir con su suegra en el
Colegio en cuya aula de música impartía esa asignatura a primero y segundo de
la ESO (que era de donde tenía que expulsar al Carraca, el flamante empresario
que este verano tratará de seducir a Andrea con oferta de empleo tentadora, ¿me
equivoco, Andrea?).
Cuando pase el tiempo y la memoria
desdibuje los recuerdos, ¿qué recordaremos los unos de los otros? Yo el año
pasado escribí en una entrada del blog algunas de las cosas que me daba cuenta
que iba aprendiendo con vosotros. Al poco dejé de anotar cosas (suele pasar),
pero soy consciente de que no he dejado de aprender ni un solo día, montones
de cosas.
Yo personalmente, cuando pase el tiempo, recordaré
que en la clase del año pasado se produjeron intensas transformaciones, así
como notables aportaciones, que parecían surgir espontáneamente. Esto es algo que se produce cuando la SENSIBILIDAD se sitúa en primer plano, y comencé muy pronto a ser consciente de ello, creo que en mi segundo curso como docente, si no antes.
Recordaré cómo la música fue el hilo conductor de nuestras clases; recordaré cómo fueron emergiendo figuras como Jerry Lee Lewis, aquel que incendiaba sus pianos (como se ve en “Great Ball of Fire”), Carole King, John Denver, Don McLean, Michael Jackson, Cat Stevens o Johnny Cash, y cómo a estos dos últimos me pasé todo el curso enganchado, como se suele hacer de adolescente, tal fue la fuerza con que reaparecieron en mi vida, con toda la potencia de su mensaje.
Recordaré cómo la música fue el hilo conductor de nuestras clases; recordaré cómo fueron emergiendo figuras como Jerry Lee Lewis, aquel que incendiaba sus pianos (como se ve en “Great Ball of Fire”), Carole King, John Denver, Don McLean, Michael Jackson, Cat Stevens o Johnny Cash, y cómo a estos dos últimos me pasé todo el curso enganchado, como se suele hacer de adolescente, tal fue la fuerza con que reaparecieron en mi vida, con toda la potencia de su mensaje.
También recordaré a Nick Bujovic,
quien con su libro “Life without limits”, cambió mi estado de ánimo y dio un
nuevo impulso a mi vida. Recordaré a James Rhodes, quien con su libro "Instrumental" me
recordó lo locos que pueden estar aquellos que llegan a ser “alguien” en el
mundo de la música clásica. O la entereza de Ezio Bosso, quien nos dio una
incomparable lección de vida, sobrellevando admirablemente una cruel enfermedad.
Recordaré la lección magistral de
vida que nos dio John Fenningham en vivo y en directo. Lección que creo que marcó un punto
de inflexión en el curso. O las que nos dieron personas como Ana Clara, Fini o
Irene. Recordaré a tantos de vosotros que aportasteis tanto a mi vida, a pesar
de tantas circunstancias adversas. Y recordaré sin duda que, como bien dijo
John, "lo mejor de la vida son las personas que te encuentras en el camino". No
quiero citar a nadie en particular, porque todos sois importantes.
¿Y momentos, recordaré algún
“momentazo”? Pues alguno guardaré, digo yo: me vienen a la mente aquella
ocasión en que Tidiane me pidió muy educadamente permiso para marcharse a
estudiar otra asignatura y tras decirle que no, aprovechó que estaba en mitad de
una explicación para levantarse y abandonar silenciosamente la clase, de modo
que no supe si parar y montar una escandalera o hacer como si aquello fuera un
espejismo; o cuando Carolina se levantó indignada diciendo que el documental
“Entre maestros” estaba preparado; o cuando Diana me espetó en una ocasión “pero céntrate de una vez”, cuando trataba de dictar el significado de las palabras
“nuevas” a tres ritmos diferentes, lo que se convertía en un continuo avanzar y
retroceder que era para volverse loco (obviamente tuve que cambiar el sistema).
Probablemente también recuerde a la
otra Diana explicándome “El día de la marmota” o cómo en una clase de inglés se
necesita usar una calculadora y que no tiene que ser necesariamente un
teléfono. Recordaré cómo le hacía la vida imposible a José Luis con los audios,
las canciones, los vídeos, etc.
Recordaré el Día de la Música en la Calle, que pensaba no se volvería a repetir y que sin embargo vamos a volver a hacer. O aquellas ocasiones en que lograba que os callaseis todos y me escucharais, cosa que este año se ha vuelto a repetir. O la cara de atención de Gloria en primera fila, con sus cinco sentidos puestos en mí, aquello realmente impresionaba.
Por no mencionar a aquellas dos mozas, Lucía y Amira, que siempre eran capaces de hacerme recapacitar cuando estaba a punto de estallar y montar un numerito por el comportamiento de alguno o por cualquier incidente que me llevara al límite. O a Paula cuando me decía "es que no soy capaz de entender qué significa eso de la rueda de la vida"...
Recordaré el Día de la Música en la Calle, que pensaba no se volvería a repetir y que sin embargo vamos a volver a hacer. O aquellas ocasiones en que lograba que os callaseis todos y me escucharais, cosa que este año se ha vuelto a repetir. O la cara de atención de Gloria en primera fila, con sus cinco sentidos puestos en mí, aquello realmente impresionaba.
Por no mencionar a aquellas dos mozas, Lucía y Amira, que siempre eran capaces de hacerme recapacitar cuando estaba a punto de estallar y montar un numerito por el comportamiento de alguno o por cualquier incidente que me llevara al límite. O a Paula cuando me decía "es que no soy capaz de entender qué significa eso de la rueda de la vida"...
¿Y de mis alumnos de este año, qué
recordaré? Quién me iba decir que acabaría
dando clase a alumnos a quienes había dado clase mi mujer, en algunos casos
durante muchos años? No sé de quién me acordaré más, si de ese grupo tan
peculiar de féminas como no he encontrado, ni creo que me vuelva a encontrar
otro en mi vida (aunque ya se sabe eso de que no se puede decir “de esta agua
no beberé ni…”), o del resto de la clase que las sufrió estoicamente hasta el
final…
O tal vez de ese espléndido grupo
de ciencias que sería la envidia de cualquier instituto y el sueño de cualquier
profesor (sólo siete exámenes que corregir, ¿pensabais que lo decía por otra
cosa?).
Aunque es posible que de quienes
más me acuerde sea de esos alumnos del Segundo de PMAR (Programa de Mejora del
Aprendizaje y el Rendimiento, sí señor, con un par, eso se llama correspondencia fiel e inequívoca
entre Programación y Realidad, y lo demás son chorradas), con “momentazos” como aquel en que mi tocayo me dijo aquello de “apártate, que la carne de burro no es transparente”
y en lugar de responderle con el “pero los ojos de cerdo lo ven todo”, le solté:
sé que lo dices "desde el cariño", pero que sepas que eso es tal falta de
educación que dice muy poco de la tuya (tenía que haber añadido “y además, te recuerdo que los
ojos de cerdo lo ven todo”).
Y por supuesto, recordaré las
innumerables ocasiones (muchas más el curso pasado) en que tuve que contener
las lágrimas ante alguna de las canciones o vídeos que os puse, para tratar de
transmitiros algún mensaje “de calado”. Pero sin duda recordaré cuando logré concitar la atención de todo un grupo de alumnos hablando de cosas que realmente les importaban. O el momentazo en que conseguí que esa clase funcionara como un verdadero grupo leyendo la carta de Amy Murray (está en la entrada de al lado, si queréis verla).
Al igual que el curso anterior,
hubo momentos en que me entraron ganas de arrojar la toalla, de pasar de todo,
si eso es posible. Pero uno es de tal pasta que eso no va conmigo. Y cada vez
que alcanzábamos uno de esos puntos “valle”, a
continuación siempre venía el subidón, el resurgir que hacía que te
levantaras de nuevo y siguieras creyendo firmemente en que ésta es una de las
mejores profesiones del mundo, por más que haya habido tiempos mejores (y
también peores, como aquellos en los que cualquier veinteañero empleado en el
ladrillo, te decía que él no se levantaría por tan mísero sueldo).
No sé lo que me deparará el futuro
el próximo curso, ni si se cerrará una etapa y volveré a mi antigua ocupación. Y
me da igual no saberlo, porque sé que, esté donde esté, volveré a tener el
privilegio de tener, un año más, a los mejores alumnos. Porque este hecho se
viene repitiendo casi desde que tengo memoria. Y sé que el próximo año seré más
fuerte y estaré mejor equipado gracias al cúmulo de experiencias acumulado con
vosotros.
Ni vuestra formación termina al
abandonar el instituto o la Escuela, ni el inglés tiene que dejar de formar
parte de vuestras vidas, y más en el mundo en que vivimos. Probablemente
después de la Ebau (los que la hagan) no tengáis necesidad de escribir un
“opinion essay”, pero os animo a que no perdáis el mayor o menor nivel que
habéis adquirido a lo largo de los años.
Y que tratéis de llenar las lagunas
que tengáis, que nunca sabremos lo grandes que son, pues tenemos tendencia a
ser excesivamente autocríticos, y a magnificar los hechos: así, en cuanto
transcurran unos años sin estudiarlo, os convenceréis de que teníais un
excelente nivel, pero que al no practicarlo, lo habéis perdido. Pues no es así:
ni el nivel sería tan grande, ni lo habréis olvidado, simplemente, lo que no se
usa, se atrofia, pero con algo de constancia, vuelve a salir a flote.
Un idioma se aprende escuchando,
hablando (aunque sea contigo mismo, como hacía yo, pues el run run de mi cabeza
a veces era en inglés) y sobre todo, manteniendo un vocabulario, de manera
racional. Pero esto último tenéis todavía que aprenderlo, me temo: por más que uno se esfuerce, siempre la tendencia es a seguir la propia intuición, aunque esta nos lleve a vías muertas y a callejones sin salida. ¿Cuántos años neceswitaremos para aprender, se preguntaba Bob Dyland?
Si habéis llegado hasta aquí,
habréis leído unas 2000 palabras, lo cual, en estos tiempos que corren, no es
moco de pavo). Éste es vuestro blog, y lo seguirá siendo. Estoy dedicando un
tiempo a su revisión, actualización y a la eliminación de las entradas menos
interesantes. Espero que se note. Y espero que alguna vez los visitéis y
recordéis los buenos momentos compartidos.
Y por terminar con un mensaje, os
diré que con vosotros reaprendí el significado de la palabra EMOCIONARSE, y que
estoy seguro de que muchos de vosotros no seréis de los que tengan tres fechas
en el epitafio, porque alcanzaréis muchos de vuestros sueños y no figurará en
él la fecha en la que renunciasteis a alcanzarlos. Y estoy seguro de que, como
en la película “El club de los poetas muertos" (que sigo sin haber visto), haréis
de vuestra vida ALGO EXTRAORDINARIO.
Un fuerte abrazo.
Álvaro
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