martes, 31 de enero de 2017

Distinguir lo esencial de lo accesorio: difícil, pero no imposible...



Hace un tiempo, en una revista de educación, encontré una entrevista que me gustó, entre muchas horteradas del tan manido "aprendizaje lúdico" y "cooperativo" (=tú te curras el trabajo y nosotros firmamos) y otras cosas que me pusieron de mal girol... 


Pero la entrevista a Daniel Innerarity me pareció digna de recibir atención. Me gustó esta frase especialmente: "No somos conscientes de que pensar es interrumpir, darle a un  interruptor y sustraerse a esa vorágine". He aquí un vídeo con la conferencia:


http://play4hd.com/HD/Nss3KcJSAv0/Play4HD-.html



Daniel Innerarity: "Hoy los datos son una distracción. El exceso de datos no nos deja pensar"



La educación debe concentrarse en aquellos aspectos que no van a caducar. Si tuviera que simplificar: en saber expresar, saber mate-máticas y tener un sen-tido cívico. De casi todo lo demás podríamos prescindir.

(...) Hoy es muy distinto educar porque no tenemos delante sujetos supeditados a la escasez de datos, sino a personas que tienen delante excesiva información e insuficientes orientaciones. El problema no es la ignorancia, sino la confusión. Hoy los datos son una distracción. El exceso de datos no nos deja pensarEl aumento de información va acompañado de un avance muy modesto de nuestra comprensión del mundo.

(...) Hoy, los que nos dedicamos a educar deberíamos orientar y señalar donde no hay que perder el tiempo, saber lo que no se necesita saber. El profesorado también está desbordado por la información, y en muchos casos carece de competencia para orientar en ese océano. Es una dificultad pero es lo que tenemos que hacer porque la información no distingue lo que tiene sentido de lo que no lo tiene. La transformación de la educación  va por ahí. Hemos de desarrollar habilidades muy diferentes, propias de una época de hiperconectividad.

(...) Antes la conexión era un lujo, conocer gente, estar en contacto, pero hoy vivimos en una sociedad en la que todo está conectado y lleno de estímulos, y en la que se nos pide respuestas inmediatas. Sin embargo no somos conscientes de que pensar es interrumpir, darle a un  interruptor y sustraerse a esa vorágine. Por eso hemos de aprender la desconexión y a saber gestionar la información de la que disponemos.

Cada vez afirmamos más cosas que nos han dicho y que no hemos pensado ni experimentado nosotros mismos; quizás sea irremediable y, en determinados casos, necesario, pero hay cosas serias para las cuales, como decía Kant, “el yo tiene que acompañar a mis representaciones”, es de-cir, distinguir entre pensar o simplemente repetir acrítica-mente.

(...) Una sociedad del conocimiento es aquella en la que el saber central es el saber crítico, revisable y reflexivo, y no tanto un saber empaquetado que recibimos acrítica-mente. Pero esta sociedad más que del conocimiento, es una sociedad de la ignorancia. Porque es una sociedad que asombrosamente nos hace a todos un poco más tontos. 

Nosotros sabemos  mucho más que nuestros antepasados, pero lo que ignoramos es mucho mayor, porque el numero de cosas potencialmente conocible por cada uno de nosotros es infinito. La vivencia del tiempo en nuestra sociedad es de escasez, sentir qué poco tiempo tenemos, mientras que la vivencia de nuestros abuelos era de lentitud. 

Por un lado es una cuestión cuantitativa, hay mucho más saber disponible y accesible al que no vamos a poder nunca llegar. Y por otro es el problema de que nunca tendremos suficiente. Viviremos en una situación que no sentían nuestros abuelos: la incertidumbre de tomar decisiones con un saber incompleto. 


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